7 de diciembre de 2015

El lápiz, un nuevo terapeuta

Descargarse en el papel, de eso se trata. Ante el dolor y la angustia enfrentada durante una crisis, una novedosa manera de sacarnos de encima los problemas es escribir. Su función: complementar la psicoterapia y evitar el consumo de fármacos.


Por Daniel Péndola | La escritura es una nueva terapia que las personas ponen en práctica cuando enfrentan situaciones dolorosas y su función principal consiste en estimular la protección inmunológica, relajar y mejorar la calidad del sueño, ayudar a controlar la presión arterial y reducir el consumo de alcohol y fármacos.

Es inimaginable pensar que tan solo con un lápiz y una hoja podemos lograr canalizar la tensión que acumulamos por diversas crisis o sacarnos de encima emociones que llevamos guardadas y que en plena terapia nos cuesta tanto desenvolver.

La praxis señalada es una propuesta impulsada por James Pennebaker, profesor de psicología en la Universidad de Texas, quien mediante sus experiencias ha notado que la redacción es un proceso que implica reinscribir las emociones en un nuevo formato.

En palabras del psicólogo, el ejercicio “cambia la forma en que la gente piensa y organiza su mundo interno; exige detenerse sobre la experiencia, reevaluar sus circunstancias, hasta que se alcanza una nueva representación en el cerebro”. No obstante, sus efectos no siempre son permanentes, dado que actúa como un analgésico, con efectos a corto plazo.

A fin de disminuir la crisis depresiva, relatar un hecho traumático no resultaba suficiente para las personas. Según el profesor, “contar la misma historia, una y otra vez, no es necesariamente terapéutico”, y por ello afirma que “una de las condiciones de la escritura expresiva es que movilice las emociones involucradas”.

Pennebaker marca tres fases distintas sobre las experiencias traumáticas: en principio, atraviesan un momento por el cual las personas piensan y hablan todo el tiempo sobre el hecho, donde no se debe intervenir por la complejidad que le concierne. Aparte, según las experiencias del psicólogo, es mejor respetar este período, ya que sus efectos pueden ser negativos y poner en riesgo al paciente.

La segunda etapa es en la cual los sujetos no están tan dispuestos a compartir historias ajenas y se mantienen concentrados en la propia. Y Finalmente, la tercera fase es quien pone en práctica la escritura expresiva que ayuda a elaborar y ordenar internamente la experiencia dolorosa. Sin embargo, el especialista aclara que dicho ejercicio no suplanta la psicoterapia, sino que es una práctica complementaria.

En conclusión, ¿qué se recomienda? Nada más ni nada menos que escribir quince minutos diarios, durante cuatro o cinco días, puesto que es un hábito que tiene el potencial de ayudar a las personas con la simple ayuda del Lápiz, un nuevo terapeuta en juego.

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