24 de febrero de 2018

Solo tengo amigos cristianos

La trifulca virtual que se vive en las redes sociales aventaja los planes del complejo empresarial y mediático que hoy controla al Estado, ya que profundiza el individualismo y la pereza reflexiva.


Por Daniel Péndola | Resulta imposible relacionarme con gente que no comparta mi fe, de la misma manera que tampoco puedo tener amigos que hayan votado a Mauricio Macri. Sería ir en contra de mis convicciones, puesto que es utópico verme junto a alguien que ignore el endeudamiento, la pérdida de poder adquisitivo o la fuga de divisas.

Dicho esto, ¿en verdad les parece difícil de creer? Quizá, quien lea este texto me conoce y sabe que tengo amigos y amigas totalmente diferentes a mí y que con ellos discuto todo, porque de eso se trata la amistad. Pero vuelvo a preguntarme, ¿realmente es inconcebible?

¿Acaso no notaste que a nuestro alrededor solo se juntan iguales con iguales? Cristianos con cristianos, feministas con feministas, conservadores con conservadores, veganos con veganos. Ni el fútbol se atrevió a dividirnos tanto.

Y bajo esa misma línea, cuando se trata de una ideología o religión no hay lugar para los puntos de encuentro. ¿Cómo podría imaginarse que un cristiano como yo comparta una charla con un católico que responde a una institución que encubre curas pedófilos? O que un vegano interactúe con alguien que consume carne. O peor -y esta seguro te suene más conocida-, que una feminista tome un café con una persona que esté en contra del aborto.

Ahora traslademos estas disparidades a las redes sociales. Seguramente conocen o fueron víctimas de alguna discusión por Facebook con algún familiar o amigo por pensar diferente, pese a que estas no sean las culpables de la bronca que se tenían de antemano. Eso sí, Mark Zuckerberg logró rebalsar el odio, dado que es más sencillo indignarte y atacar al otro por medio de un teclado.

Así, esta trifulca virtual aventaja los planes del complejo empresarial y mediático que hoy controla al Estado. Y la tienen fácil, porque confrontan contra una "resistencia" -similar a la que proponía Cris Morena en sus telenovelas- que florece en las redes como una lucha colectiva.

Sí, una lucha colectiva desde las redes. Aquel invento destinado a conseguir más clientes para el mercado y ejercer un mayor control sobre la sociedad terminó siendo considerado por el progresismo y la izquierda como un instrumento contra el capitalismo. Pero sin darse cuenta solo les sirvió para dejarse de hablar con sus parientes. Incluso se sienten orgullosos de arruinar las reuniones familiares.

A toda hora del día, los intelectuales luchadores antisistema malgastan su tiempo utilizando los hashtag de moda, twitteando contra los panelistas de Intratables o los invitados de Mirtha Legrand, peleándose con Fernando Iglesias o Agustín Laje y compartiendo alguna estupidez que dijo el presidente durante la semana.

Es decir, una amalgama de acciones que tienen en común un mismo resultado: profundizar el individualismo y la pereza reflexiva, donde cada uno elige leer solo aquello con lo que coincide, sin dar lugar a la disertación.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han se refiere a este fenómeno y concluye: "cuando más iguales son las personas, más aumenta la producción; esa es la lógica actual; el capital necesita que todos seamos iguales, incluso los turistas; el neoliberalismo no funcionaría si las personas fuéramos distintas”.

Pensá: ¿de qué sirve juntarse con gente que piense igual que uno mismo? "Together we stand, divided we fall". Pink Floyd (1979)

5 de febrero de 2018

El resultado

La presencia de diversas referentes del feminismo en los programas de la tarde aumenta el espíritu reaccionario y terminan siendo funcional al poder.


Por Daniel Péndola | El accionar del movimiento feminista, al igual que los partidos de izquierda, propone ideales que incluyen a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, pero profundizan la brecha con el campo popular y destruye los puntos de encuentro.

En los últimos días, el programa Intrusos tuvo como protagonistas a Malena Pichot, Julia Mengolini, Señorita Bimbo, entre otras, quienes plantearon una discusión más que merecida sobre la legalización del aborto y los patrones culturales que se deben cambiar para hacer un mundo más justo y menos machista.

¿Cuál es el problema? Que no es el lugar correcto. Durante años hemos visto a Nestor Pitrola, Nicolás Del Caño y Myriam Bregman pasearse por los canales que dirigen las corporaciones y hasta hoy no logran superar el 5%. Es indispensable ganar un lugar, eso es lo que festeja el feminismo y está perfecto, pero no incomoda a nadie desde allí.

No incomoda porque el televidente se queda con una imagen desacertada de lo que se desea transmitir: los medios masivos de (in)comunicación se encargan de desbaratar los ideales. Despolitizan. No importa lo que diga Pichot o Mengolini, lo que queda es su pelea con Moria Casán, Araceli González o Facundo Arana.

Además, es muy fácil tener un discurso a favor de la igualdad para que después Rial se coloque un pañuelito verde, Cacho Castaña ofrezca disculpas por las barbaridades que dice o Marcelo Tinelli se cuelgue un cartelito de “Ni una menos”. Si fuese tan comprometido hablar de feminismo en los medios, ¿podría una actriz de Hollywood hablar en contra del acoso? ¿Se imaginan lo mismo denunciando la invasión de Israel sobre el Estado de Palestina? Yo lo dudo.

El problema de fondo no se puede solucionar desde el lugar del enemigo, porque este te utiliza únicamente para aumentar su audiencia, mientras el vecino del barrio se ríe a carcajadas al ver cómo se pelean entre minitas y Doña Rosa se indigna por la falta de respeto a las divas de la televisión. No reflexionan, ya que la información es tergiversada.

“El progresismo bobo no tiene doctrina y derrapa. Confunde la lucha por la igualdad de género y termina viendo hombres o mujeres donde solo hay poderosos y títeres o subalternos”, explica La Batalla Cultural, refiriéndose a aquellos “individuos que presienten lo que está bien, pero no tienen asimismo la más remota idea de cómo hacer para lograr eso que está bien”.

“Enojate, hermana”, se titula una de las columnas de Malena Pichot en Página/12, asumiendo que históricamente el enojo de una mujer está mal visto, pero no es por ahí. Persuadí, hermana, porque el único resultado que vas a obtener por tu individualismo es el rechazo de las mayorías y la risa del poderoso.