Por Daniel Péndola | "No hay pruebas suficientes", describe la tapa de Clarín en referencia al rol de los gendarmes durante la represión contra la etnia mapuche (o desalojo, como a ellos les gusta llamarlo). Y el profe seguro que compró, como cuando le plantearon que Roberto Baradel ponía palos en la rueda.
Baradel no es santo de mi devoción. La escuela pública se encuentra con un nivel cuestionable y, siendo el titular de Suteba desde 2004, es uno de los mayores responsables de su deterioro. No obstante, es innegable que la labor que cumplió este año fue defender el salario de los maestros, el cual perdió un 10% contra la inflación del 2016.
Como consecuencia, sufrió ataques de todo tipo y operaciones mediáticas que lo vinculaban con el kirchnerismo. Y si hablamos de kirchnerismo, gran parte de los docentes salen espantados, porque la política es una mala palabra: un monstruo que no pueden encarar, ya sea por desconocimiento o por "no querer meterse".
Por eso se rehúsan a tratar la desaparición de Santiago. Ellos cumplen, porque así actúa la hegemonía, ejerciendo su poder a través de las instituciones para imponer el discurso de las clases dominantes y obtener de esta manera el consentimiento de los oprimidos.
Entonces, ¿quién es el adoctrinado? Afortunadamente, aún existen profesores comprometidos que, sin ser partidarios, están dispuestos a abrir el debate político, lo cual es fundamental para la construcción de “un nuevo sentido común” que impulse “una nueva filosofía enraizada en la conciencia popular”, tal y como propone Gramsci.