5 de mayo de 2016

Régimen Conservador Oligárquico

A partir de 1880, Argentina se caracterizó por la coexistencia en su seno de dos Repúblicas, una "abierta" que proclamaba el imperio irrestricto de las libertades civiles y una "restrictiva", condicionada por el fraude electoral sistemático.


El 12 de octubre de 1880, Roca asume la Primera Magistratura de la Nación, concentrando todos los atributos del poder. Con su asunción comenzó a consolidarse el proceso de formación del Estado nacional. La formación de un aparato de seguridad otorgó al poder central el monopolio legítimo de la violencia frente a toda disidencia interior o peligro exterior que amenazara la soberanía territorial. Las campañas militares contra los indígenas permitieron la ocupación definitiva del sur argentino.

La formación de un aparato administrativo implicó la expansión de la burocracia central. Se conformó un sistema de obtención y distribución de los recursos fiscales de la Nación y el gobierno pasó a controlar la salud pública. La educación, en manos del Estado central, pasó a constituirse en una importante fuente de poder y legitimación.

El poder Ejecutivo Nacional fue reforzado, mientras que los poderes provinciales y municipales quedaban debilitados. Para reducir tensiones generadas, se recurrió a la práctica frecuente de nombrar y/o sustituir gobernadores desde el poder ejecutivo central.

En 1886, asumió Juárez Celman, que reveló el montaje de un sistema político de transferencia de poder mediante el cual un reducido número de participantes logró excluir a la oposición considerada peligrosa para el mantenimiento del régimen, y cooptar por el acuerdo a la oposición moderada, con la que se podía transar sobre cargos y candidaturas. En esta República restrictiva, los únicos que podían participar en el gobierno eran aquellos habilitados por la riqueza, la educación y el prestigio.

A través del Partido Autonomista Nacional, emergió un Estado estrechamente ligado a determinados sectores económicos y sociales. Los políticos profesionales que operaban en el orden nacional poseían orígenes sociales similares y formaban un círculo muy cerrado: familias tradicionales, estancieros, miembros de clubes selectos, etc.

La fuerte expansión económica y la población extranjera facilitaron la permanencia de la elite dirigente, en un sistema en el que las elecciones eran manipuladas, lo cual daba lugar a cuestionamientos provenientes de los sectores desplazados de la oligarquía.

Las relaciones de poder económico y social del orden conservador aparecían cubiertas, desde el punto de vista institucional, por el control de la sucesión a propósito del poder presidencial, del senado, del poder central sobre las provincias y la manipulación del sufragio.

El sinceramiento no cesa

La inflación llegó al 40% en los últimos cinco meses y la falta de control e intervención del Estado lleva a los consumidores de clase media a buscar nuevos rumbos, como ocurre en el caso de los “negocios villeros”, donde los precios son mucho más accesibles.


La Asociación Civil de Defensa de Usuarios y Consumidores (DEUCO) afirmó que los vecinos acuden a los barrios de emergencia de la Capital y el Conurbano para hacer las compras, debido al descomunal aumento en los alimentos y el dolor que provoca en el bolsillo de la gente.

Por ejemplo, en los hogares de Isidro Casanova aseguran que llegar a fin de mes se volvió un gran desafío, por lo cual prefieren transitar caminos más largos para que el dinero rinda un poco más y, de esta manera, evitar el valor de los productos de los supermercados.

El titular de DEUCO, Pedro Busetti, sostuvo que en las villas “los consumidores pueden encontrar mejores precios porque los comerciantes no pagan alquiler ni otros gastos”, y remarcó: “Esto pasó siempre pero ahora se convirtió en algo llamativo”.

El valor de bienes básicos como la carne, la fruta y la verdura denota una gran diferencia y es mucho más conveniente en estos comercios. Por ejemplo, el kilo de milanesa cuesta 75 pesos mientras que en los barrios residenciales llega a 90.

El éxito de los “negocios villeros” es un fenómeno de consumo que se ha incrementado por la inflación y es un claro reflejo del estancamiento de la economía. La costumbre de ir a La Salada por ropa o electrodomésticos a precios bajos pasó a necesidades más inmediatas, como la comida.